Al comienzo del acto cuarto de la ópera «Las bodas de Fígaro»(compuesta por W.A.Mozart y libreto de Lorenzo da Ponte) nos encontramos con una particular ligazón de cuatro arias, una tras otra, antes de llegar a lo importante, que es el final de la ópera. De hecho, alguna vez se ha llegado a prescindir de las dos primeras por irrelevantes desde el punto de vista del argumento. Marcellina y don Basilio(con el añadido entre ambas del recitativo clásico de Mozart) interpretan dos arias que, como indicaba, no son importantes pero las dos siguientes sí: Fígaro y Susanna, casados en el acto III,interpretan dos arias más importantes. Fígaro duda de ella, que le responde con otra aria de seducción para que pique. Para explicarlo mejor hay que ir al acto II, donde Fígaro les desvela a Susanna y a la Condesa un plan para sacar al Conde de Almaviva de su afición por mujeres ajenas. Sin embargo, Fígaro desconoce que, posteriormente, Susanna y la Condesa planean otro enredo en el que Susanna le hace ver al Conde que accede a sus pretensiones y que se verán en el bosque…aunque realmente será la Condesa la que vaya disfrazada de Susanna y darle una lección a su mujeriego marido .Fígaro conoce el plan de boca de Barbarina y se ofusca porque cree que Susanna se irá a ver al Conde pocas horas después de casarse. Es, en este contexto, cómo hay que entender el aria. Luego, como estamos hablando de una comedia, se desarregla el enredo con un único damnificado: el Conde de Almaviva recibe su merecido escarmiento.
Pero, como decíamos, en este momento vemos a un Fígaro dolido, enojado y que Mozart hace que cante para que los demás hombres abran los ojos(¿¿se imaginaría que, en poco más de tres años y medio iba a estrenar «Così fan tutte»??). Comienza con un recitativo a base de instrumentos de cuerda que deben acompañar en el estado de ánimo de Fígaro, intercalando las voces del bajo-barítono y los violines como si fuera un diálogo. En sí, la aria requiere del cantante una considerable soltura(aparte de la adecuada dicción) a la hora de desarrollar la parte final de la aria en la que, a la hora de describir las mujeres, Mozart consigue desarrollar un ritmo ciertamente vertiginoso(«son streghe che incantano» hasta el final), especialmente los violines y el juego que hace Mozart de usar los instrumentos de viento madera y metal a la hora de sembrar esas dudas que se acentúan con ese «il resto non dico» y, en menos medida, «già ognuno lo sa».
Aria: Aprite un pò quegli occhi
Tutto è disposto: l’ora
dovrebbe esser vicina; io sento gente.
È dessa… non è alcun…
buia è la notte…
ed io comincio omai,
a fare il scimunito
mestiero di marito.
Ingrata! Nel momento
della mia cerimonia
ei godeva leggendo, e nel vederlo
io rideva di me, senza saperlo.
Oh Susanna, Susanna,
quanta pena mi costi,
con quell’ingenua faccia…
con quegli occhi innocenti…
chi creduto l’avria?
Ah, che il fidarsi a donna
è ognor follia.
Aprite un po’ quegli’ occhi,
uomini incauti e sciocchi,
guardate queste femmine,
guardate cosa son!
Queste chiamate Dee
dagli ingannati sensi
a cui tributa incensi
la debole ragion,
son streghe che incantano
per farci penar,
sirene che cantano
per farci affogar,
civette che allettano
per trarci le piume,
comete che brillano
per toglierci il lume;
son rose spinose,
son volpi vezzose,
son orse benigne,
colombe maligne,
maestre d’inganni,
amiche d’affanni
che fingono, mentono,
amore non senton,
non senton pietà,
no, no, no, no!
Il resto nol dico,
già ognun lo sa!
rep
[amazon_image id=»B0000057EL» link=»true» target=»_blank» size=»medium» ]Mozart : Le nozze di Figaro[/amazon_image]